sábado, 17 de enero de 2009

AMIGA

Porque contigo crecí serena
certezas de mil destinos serán
sentirnos una sola pieza frágil.
Nuestras vidas hoy surcan distantes,
mientras parte mi sombra, tu sombra.

Nuestras fechas marcan la infancia,
amiga de juegos dulces traviesos,
amiga del tiempo conjugado,
amiga con alegrías y tristezas
solitarias mañanas vividas.

Hoy siento cumplir años sin cumplirlos.
Nos tenemos en los recuerdos de niñas felices.
Despeinados rostros inocentes y mosqueteros.
¡Hay mi querida amiga! ¡tantas peleas resueltas!
herencias legadas nacida en letras doradas.

Este día marca nuestra alma adolescente,
acaricio aquellas fotografías tan auténticas,
espacio silencioso abrigado de ternura
mientras corren gotas sobre mi juventud.
¡qué dolor siento! desde la primer tarde invernal.

Nadie podrá jamás, quitar el lazo de amigas,
seguiremos con más fuerzas nuestros destinos,
haremos eterna la energía de los días y...
cuando los retoños pregunten por tí, por mí
entonces nuestro corazón partirá hacia un recuerdo.

MADRE A LOS SETENTA Y MÁS. . . .

Ser madre a los setenta es ver un árbol fuerte
con su fruto anual trás un lento marchitar,
dulce como la miel, empalaga siempre
cuando mis días se visten tristes y grises.
A los setenta y más atesora el ayer
meciendo con la partida del destino.

Es repartirse de a ratos para los pequeños
jugar con los retoños a la imágen fiel
del espejo añejo que grabó los hechos
cuando al sentirse sola coronó su piel
y así la desesperanza se recuesta
al recordarse niña, a los setenta.

Lo cotidiano hace que porte en sus manos
un lienzo gris , es la tela de los recuerdos.
Las vajillas y los muebles son testigos
del polvo ínfimo que marca el mediodía
cuando el sudor doméstico se descubre,
calmando la palidéz de un noble roble.

Con alegrías y dulces medialunas
sazona todas mis mañanas con afán,
los consejos se matizan de amor
irizando mi alma caramelo siempre.
Es su edad que se levanta lentamente
abriendo las puertas blancas del corazón.

Madre a los setenta y más es crecer en Dios,
formar parte de la razón una vez más.
Contar los sueños y las risas al querer
ocultar las voces graves de soledad.
Hoy la noche tiene un rostro amanecido;
es mi madre que despliega sus latidos.

El estío traza un cielo de colores
desde las sombras vacías de esperanzas,
para cubrir con lágrimas la fuente azúl
de la juventud desvanecida un día.
y dormida en los albores de mis noches
piensa y reina mi madre a los setenta.